A mediados de este mes de marzo – 2014 – ha estado en Lima el premio Nobel de Economía – 2008 –, Paul Krugman. En el encuentro se ha hablado de aspectos relacionados con la economía y el progreso del Perú. El premio Nobel y los analistas coinciden en que “la economía está bien”, pues el Perú tiene “excelentes cifras macroeconómicas”. El crecimiento sostenido del PBI durante dos décadas es una clara manifestación de lo dicho.
Ante esta realidad nos preguntamos con C. Parodi, (agosto del 2012) ¿por qué este crecimiento económico, sostenido durante una década, no se refleja de forma más clara en una mejora en el bienestar de toda la población? ¿Cómo puede coexistir una buena evolución económica con huelgas, reclamos y conflictos sociales, servicios de salud colapsados, educación mediocre, con falta de seguridad ciudadana manifiesta, etc. como lo que estamos experimentando todos días?
El Estado no logra garantizar a la ciudadanía un acceso a servicios básicos de calidad, como la educación, salud y seguridad, que son centrales para sostener el desarrollo social y para elevar el bienestar de los ciudadanos.
Todos sabemos que los resultados económicos no son un fin en sí mismo; son un medio, que sirve para aumentar el bienestar de la ciudadanía. Hay países con buenos resultados económicos y mediocres resultados sociales. Los resultados económicos son una condición necesaria pero no suficiente para elevar el bienestar de los ciudadanos. El crecimiento tiene una connotación material — producir más –, mientras que el desarrollo está vinculado al aumento de bienestar de los ciudadanos. Todo depende de las prioridades del Gobierno de turno.
Por otra parte el nivel de desigualdad económica y social de Latinoamérica es la mayor del mundo. Es 19% más desigual que el África sub-saharina, un 37% más desigual que el sureste asiático y un 65% más desigual que los países desarrollados. (Lusting, N., 2011) Según Cotler Dolberg, J. et al. (2011, p. 18) Perú es uno de los países de América latina más desigual en términos económicos, sociales, étnico-culturales, y regionales. Todo ello incrementado por la dictadura militar, (1968) y por “la década perdida – años 80 –“. Un dato lo dice todo: el 60% del PBI del Perú lo aporta la región Lima y Callao.
El alto nivel de desigualdad se da no solo a nivel de ingresos económicos, sino también de oportunidades a nivel personal y regional. La paradoja se plantea cuando un gobierno que habla de inclusión social y de cerrar la brecha de la desigualdad social, permite que el sueldo de un ministro sea 42 veces mayor que el sueldo mínimo de un trabajador. Y eso sin contar otras goyerías de los gobernantes que no son poca cosa, en muchos casos… A veces tan sustanciosas como los mismos sueldos.
Pero ¿qué efectos tiene el crecimiento? Si las empresas producen más, el gobierno recauda más y por lo tanto, aumenta la capacidad de gasto del Estado y de generar empleo. Aunque aquí nos preguntamos: dado el nivel educativo de muchos ciudadanos del Perú, ¿existe una fuerza de trabajo “empleable” con sueldos y salarios crecientes y dignos?
Como bien recordaba el decano de la Facultad de Economía de la Universidad del Pacífico, Gustavo Yamada, (El Comercio, 23/2/2014) el 50% de las empresas grandes del país declara tener dificultades para contratar mano de obra cualificada. Un porcentaje que se espera que aumente conforme nuestra economía siga sofisticándose sin que vaya acompañada por una paralela mejora de la educación. Es evidente que es difícil que agreguen valor a la cadena productiva — y por lo tanto, generar riqueza – unos jóvenes que salen del colegio sin poder comprender lo que leen o que no saben realizar operaciones básicas de matemáticas.
Como ya hemos visto la economía y el desarrollo del país se relacionan con su educación. Está demostrado que el mayor capital de un país no son sus recursos mineros, industriales, agrícolas, etc.; el mayor capital de un país es el “capital-humano”, es decir su cultura, su tecnología, su educación, sus valores… En definitiva “la calidad de su alma”, porque la cultura es el alma de un pueblo.
Paul Krugman ha dicho que los dos grandes problemas del Perú que impiden su crecimiento económico y social son “las trabas burocráticas a la inversión extranjera y la deficiente educación de los ciudadanos… La calidad de la educación en el Perú está en el fondo, incluso comparándola con estándares latino-americanos. Esta debe ser una gran preocupación”. (Entrevista al Comercio 20/3/14, p. A2)
Ante la respuesta del entrevistador – Augusto Townsendk – indicando que es verdad que los estándares educativos son paupérrimos, pero que sin embargo las mediciones de felicidad de los escolares peruanos son altísimas… el premio Nobel contestó entre sonrisas: “Si los estudiantes están disfrutando demasiado en la escuela, quizá no sea esta una buena señal”… En mi opinión tiene toda la razón, pues el aprendizaje – excepto en el nivel de Inicial, 3-6 años y los primeros años de Primaria – no son cosa de juego y diversión; el hedonismo pedagógico del que habla M. de Montaigne (siglo XVI) quedó atrás, pues aprender supone planificación de un horario, constancia en el trabajo bien hecho, reflexión, etc. cosas todas, que exigen esfuerzo y disciplina; el esfuerzo no es precisamente un juego.
Krugman ha añadido algo más: “el Perú es un país que brinda a sus estudiantes menos años de educación que los países vecinos”. Tienen toda la razón, pues Perú es uno de los pocos países del mundo que solo ofrece cinco años de Educación Secundaria, frente a los seis o siete años que ofrecen todos los países de América Latina y del mundo desarrollado. Venimos insistiendo sobre este tema durante años y nadie, que yo sepa, hace nada por proponer una Ley que arregle la situación. Es cierto que añadir un año más a la Educación Secundaria implica invertir parte de las abundantes reservas del país; pero no se trata de un gasto sino de una inversión. Y es una inversión muy rentable para el país, a medio y largo plazo. Como ha dicho un autor: “La educación y la cultura son servicios caros, pero más caros son la ignorancia y la incultura”. (Savater, F. 2012)
Según este premio Nobel las limitaciones al crecimiento del Perú proceden de las trabas burocráticas y de la mala calidad de la educación. El Ministro de Economía, Miguel Castilla, así lo ha reconocido: “Así como hemos reconocido la estabilidad macro-económica, debemos mejorar la calidad de la mano de obra. El primer tema se refiere a los maestros que tienen bajos sueldos… Otro aspecto pendiente de mejora, añadió, es la brecha de infraestructura en educación”. (Comercio, 20/3/14, p. A.2)
Es sorprendente que si el Ministro de economía del Perú reconoce esta necesidad no sea capaz de proponer en el Consejo de Ministros el incremento en el presupuesto del Ministerio de Educación pasando, de forma progresiva pero constante, del 3% al 6% del PBI, como hacen los países que se preocupan de la educación.
Ya sabemos que en todos los países los gobiernos, cuando ven cómo se reducen sus niveles de aprobación, optan por programas asistencialistas para “calmar” a la población y también por “ceder” ante las presiones de grupos organizados; quien más presiona a través de huelgas, obstrucción de carreteras y similares, tiene mayores probabilidades de ser escuchado. Democracia no es igual a desorden, pero así pasa en nuestro país…
Según Hugo Díaz, (2010) el Consejo Nacional de Educación, en el marco de propuestas de políticas para el quinquenio 2010-2015, otorga primera prioridad a fortalecer la relación entre educación y crecimiento económico. La sostenibilidad de este último peligra al constatarse la escasez de personal calificado, en especial, en ocupaciones que demandan habilidades no rutinarias, interactivas, analíticas, trabajo en equipo, amplio dominio de capacidades de comunicación, organización, liderazgo, manejo de un idioma extranjero, además de un fuerte componente ético y de valores.
Son habilidades y actitudes que deben trabajarse desde los primeros años de escolaridad, que suponen una reforma curricular y profesores que fomenten el estímulo de la investigación, el aprender a aprender, el aprender durante toda la vida y la capacidad emprendedora con aprovechamiento de la tecnología más adecuada que el país requerirá para las siguientes décadas.
Debemos entender que lo que requerimos en Perú es una estrategia de desarrollo integral de los ciudadanos y no solo de crecimiento económico, que en la mayor de los casos beneficia a unas pocas empresas y a unos pocos ciudadanos. El resto espera que “chorree…”
Esa es la tarea que hay que realizar y que está pendiente.