En el primer artículo presentábamos aspectos relacionados con las nuevas tecnologías (TICs) y su influencia en el ser humano. Decíamos que el ser humano ha hecho las tecnologías y las tecnologías lo están rehaciendo a él. Al paso que vamos dentro de unos años nuestros niños no va a saber escribir; parece exagerado, pero ¿es que los niños de ahora son capaces de sumar, restar, multiplicar o dividir mentalmente como lo hacían los de hace treinta años atrás? Mientras los adultos fuimos educados para el saber y comprender lo que decíamos saber, los niños y adolescentes del siglo XXI corren el riesgo de ser educados en el acceder a… y esto supone dependencia total de la tecnología. ¡Algo que nos debe hacer pensar…!
Veamos ahora, en esta segunda parte, qué influencia tienen las tecnologías en el modo de pensar y en la forma de vivir de las personas.
Las nuevas tecnologías, caldo de cultivo para la Post-modernidad
¿Cómo describir la post-modernidad? El postmodernismo surgió primero en la arquitectura, no como un estilo novedoso y diferente, sino como un mosaico de elementos y estilos de cualquier procedencia. Tiene que ver con el relativismo, sincretismo, la mezcla de lo diverso y efímero. Algo parecido sucede con la post-modernidad desde el punto de vista filosófico, moral y social.
La post-modernidad es la forma que toma el ocaso de la modernidad y no tiene un pensamiento filosófico con entidad propia. El prefijo “post” no indica superación o paso adelante de nada, más bien expresa “rebasamiento” y paso al costado… La post-modernidad trata de dar cuenta de la pérdida del poder de las ideas que sostenían y fundamentaban la modernidad como pensamiento coherente y sistematizado.
La modernidad, que derivaba su inspiración e impulso del humanismo de la Ilustración — siglo de las Luces, siglo XVIII — rechazaba la autoridad y la tradición, sustituyéndolas con la razón y la ciencia. Los individuos autónomos pueden hallar significado y verdad mediante la razón y la ciencia, lo cual conduce en forma natural a la idea de progreso. Mediante el uso de la razón y la ciencia podemos descubrir conocimientos novedosos que sean objetivamente verdad.
A la pregunta: “¿Qué es la verdad?” El hombre moderno creyó poder responder a esta pregunta y defendía que el saber y la razón podían ser aplicados para que avanzara la condición de la sociedad a través del progreso humano ordenado e indefinido. El orden era una característica importante de la modernidad. Así es como se fue gestando una gran utopía: la fe en el progreso indefinido. La capacidad intelectual humana hizo soñar en un futuro como superación continua del presente.
Con la post-modernidad entró en crisis la fe en el progreso. El escándalo de Auschwitz y de las dos guerras mundiales del siglo XX, entre hombres que se enorgullecían de ser ilustrados y modernos, son desastres que hicieron perder la confianza en la razón, en el progreso indefinido y en la técnica; todo esto ha caído en desgracia y ya nadie cree que va a arreglar el mundo.
“En la modernidad teníamos respuestas para casi todas nuestras preguntas, pero con la llegada de la post-modernidad y cuando creíamos que teníamos las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas”. (Mario Benedetti)
Para el post-modernista, el único valor del conocimiento es que sea funcional. El conocimiento está allí para ser utilizado — pragmatismo –. Hoy no se pregunta si algo es bueno a malo; hoy se pregunta: ¿funciona? ¿resolverá mi problema? ¿es útil? Por otra parte el saber post-modernista es un conocimiento que puede ser almacenado en una computadora (ordenador).
Los post-modernistas socavan la importancia del conocimiento porque alegan que no puede ser legitimado. El conocimiento no puede ser objetivo, sino que es algo que cada quién construye con sus propios juegos lingüísticos. El constructivismo – método inductivo — y el reconstructivismo – método deductivo — son palabras claves en el vocabulario postmoderno. Hoy se afirma, como antes hicieron los sofistas griegos, que no hay verdades absolutas, que no hay conocimientos verdaderos ni falsos. “El hombre es la medida de todas las cosas…” (Protágoras)
Asistimos al boom del esoterismo. Ni la modernidad ni la post-modernidad han destruido la religión, pero sí han posibilitado la deserción de las religiones institucionales. Ciertamente nunca ha habido tanta increencia en el mundo, junto con tanta credulidad…
- En la post-modernidad se acentúa el individualismo egoísta, acompañado de una ausencia de trascendencia, o sea, lo efímero, con exaltación del cuerpo – dietas, gimnasios, cirugía corporal…–. Se reactualizan los valores hedonistas. Hace 80 años la gente ayunaba, se levantaba temprano para ir a la iglesia antes de ir al trabajo; lo hacían por motivos religiosos-éticos… Hoy también se ayuna, se madruga pero es para ir a otros templos: los gimnasios, las saunas, para hacer footing, etc. Se hace por motivos estéticos… Se hace lo mismo pero por motivaciones diferentes. En un caso imperaba la trascendencia y en otro impera la inmanencia y el hedonismo. Hoy en día no hay ídolos ni tabúes definitivos, ni tragedias, ni Apocalipsis… No hay verdad ni mentira, todo es feeling.
- En la post-modernidad se da un nuevo estilo de vida. Vivir la existencia como una sucesión yuxtapuesta de diminutos instantes placenteros; “vivir en el vacío”, sin tragedias, vivir el encanto de estar desencantados… El único lema coherente es el “carpe diem” de los romanos: “¡Vive en el aquí y el ahora!”. No hay metas objetivas a las que llegar; somos viajeros sin brújula… y, ya se sabe, para el barco que no tiene rumbo todos los vientos le son favorables…
- En la post-modernidad la ética ha perdido su fundamento. Ya no existen criterios morales “valederos”, que tengan alcance universal. Podemos ponernos de acuerdo sobre ciertas cosas, pero se trata de “consensos sociales blandos”, no de compromisos definitivos ni universales; son sólo compromisos locales y transito-rios, provisionales mientras…
La ética de la post-modernidad es la “ética trágica” de la que habla Savater, F. (1991). La ética sin esperanza, la ética sin reparto de premios al final de curso, la ética del querer más que del deber. Una ética que no conduce a la “salvación”… por eso es “trágica”.
Estamos, pues, en los tiempos en que los absolutos están desacreditados, el hombre ha caído en una actitud nihilista, sobre todo en Europa y en el mundo anglosajón. Carecemos de verdad y fundamento, pues la noción de verdad no existe y el fundamento no se sostiene, ya que no hay fundamento para creer en el fundamento… ¿Qué somos, pues, los humanos? ¡Somos una especie de vagabundos metafísicos…!
Se han perdido los tres grandes referentes la filosofía clásica: el concepto de verdad, de bien y de belleza. No hay respuestas a las preguntas del ilustrado Kant. ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me está permitido esperar?
“Ante esta realidad el problema se presenta en el aula. La escuela es moderna, los estudiantes son post-modernos; la escuela tiene su base en la palabra, los jóvenes han crecido en el mundo de la imagen; los profesores exponen y los estudiantes querrían hacer zaping; la escuela propone un sujeto racional y autónomo, pero los jóvenes viven sus feelings y a los sumo preguntan ¿para qué sirve esto?”. (Finkielkraut, A., 2000)
Los estudiantes de hoy son diferentes de los de ayer, ya que tienen otras necesidades, pues la sociedad ha cambiado y cambia a ritmos vertiginosos y tienen otros objetivos en la vida; si no cambiamos los profesores nos harán cambiar ellos… los estudiantes.
“Hoy en día, en la escuela, se enseñan contenidos del siglo XIX, por profesores del siglo XX, a estudiantes del siglo XXI”. La actualización continua es indispensable a fin de dar respuesta a las necesidades cambiantes de las personas que educamos.
El mundo al que se enfrentan los estudiantes hoy es diferente al nuestro cuando teníamos su edad:
- Mundo de la imagen, de la electrónica.
- Mundo de la tecnología digital.
- Estamos en el mundo de la información globalizada.
- De la globalización: social, cultural, política, etc.
- De la post-modernidad.
Lo que quieren los estudiantes de hoy aprender es para vivir en su mundo, que es diferente del nuestro, cuando teníamos su edad. Ni ellos sobrevivirían en nuestro mundo, ni nosotros en el de ellos, si no nos adaptamos.
Este es un resumen sucinto del mosaico intelectual llamado postmodernismo. El caldo de cultivo de la postmodernidad es la sociedad globalizada, — hecha posible a través del uso de las tecnologías de la información — y anónima en la que cada uno dice lo que quiere, sin responsabilizarse de lo que ha dicho o propuesto. Si la educación tiene por misión el desarrollo integral de la persona, en el ámbito personal, social y trascendente… aquí hay un gran campo para trabajar.
Conclusión
A pesar de todo lo indicado podemos preguntarnos ¿las nuevas tecnologías y las redes sociales que posibilita la Internet, es algo positivo para la sociedad y las personas? Las posibilidades de comunicación en esta aldea global “es un don de Dios”, y “no hay que tener miedo a hacerse ciudadanos del mundo digital”, ha dicho el Papa Francisco. (23/1/2014) “La comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro es una bendición de Dios”… “por la comunicación el mundo se hace más pequeño gracias a los transportes rápidos y a los medios de comunicación digitales instantáneos. Todo ello permite ayudar a construir en el mundo un sentido de unidad de la familia humana que impulsa a la solidaridad y al compromiso por una vida más digna para todos”. El Papa Francisco alerta contra ciertos problemas en esta era de las comunicaciones, como “la velocidad con que se producen las informaciones, supera nuestra capacidad de reflexión y de juicio, y no permite una expresión mesurada y correcta de uno mismo”.
Juan Pablo II (2001) advirtió que “la globalización no es, a priori, ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella. Ningún sistema es un fin en sí mismo, y es necesario insistir en que la globalización, como cualquier otro sistema, debe estar al servicio de la persona humana, de la solidaridad y del bien común”.
Admito que las nuevas tecnologías digitales es un adelanto magnífico, que la globalización es una gran oportunidad para la sociedad, pero que ambas cosas serán lo que la persona quiera hacer de ellas. Si ambas permiten a la persona desarrollarse mejor como persona, – homo sapiens – ser más solidarias con los demás y construir un mundo más humano que el que estamos viviendo, bienvenidas sean todas las tecnologías. Si no es así, ¿de qué sirven?