John Dewey tiene un breve opúsculo de diez página titulado “Mi credo pedagógico”; en cinco artículos sintetiza lo que es para él la Educación. He querido hacer lo mismo que este renombrado autor, pero yo no las llamo creencias sino convicciones personales.
He aquí algunas de mis convicciones pedagógicas personales:
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Creo que una buena educación es un derecho humano fundamental y al mismo tiempo es el instrumento más potente para luchar contra la pobreza y discriminación en cualquier país y para posibilitar la inclusión social. Donde hay educación no hay distinción de clases.
Si un país apuesta por el desarrollo social y cultural debe apostar por una educación de calidad. Perú no tiene buena educación, como lo dicen todos los indicadores. El Perú es uno de los pocos países en el mundo que tiene cinco años en Educación Secundaria; quiere decir que tiene once años de educación obligatoria mientras que casi todos los países del mundo – desarrollados o emergentes – tienen 12 o 13 años. Hago votos porque en el Perú se imponga un sexto año en Educación Secundaria.
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Creo que no hay mayor injusticia, escándalo y discriminación en un país que una educación mediocre, pues condena a los niños y jóvenes, de por vida, al atraso y a la pobreza y les cierra las puertas de la Sociedad del conocimiento y del progreso personal y social.
Cada día en las aulas se realiza un milagro: almas ciegas, sordas y mudas se abren a nuevos horizontes… por eso creo que la enseñanza-educación es el oficio más noble del mundo, pues la materia prima con la que se trabaja es un ser humano, único, irrepetible, hecho de carne, de sangre y de tímidas esperanzas…
¡Con qué certeza apuntaba A. Machado: “Yo, si tuviera hambre, y me sintiera desvalido en la calle, no pediría un pan; pediría medio pan y un libro”. “¡Que todos los hombres coman; pero que todos los hombres lean!”. Son libros y buenos libros para ser leídos, los que necesita nuestro mundo. “¡Enviadme libros, muchos libros, para que mi alma no muera!”. (Fyódor Dostoyevsky)
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Creo que la escuela tradicional no prepara para la vida ni sirve para la vida; este es su fracaso radical. No está orientada hacia el futuro, y apenas para el presente; no se ha dado cuenta que en pocos años ha cambiado el escenario social. Y sin embargo hoy en día, en muchas escuelas y universidades, se sigue con la escuela tradicional o conductista, disfrazada de tecnología. Reconozco los aportes pedagógicos y metodológicos del pasado, pero creo que la refundación de escuela implica, construir un futuro pedagógico nuevo sin perder lo valioso del pasado.
El estudiante no es una botella que hay que llenar, es un fuego que es preciso encender. “El estudiante es un viajero sin equipaje… No hay que equiparlo sino darle agudeza de espíritu, afilarlo… Ayudarle a conseguir abrir los ojos para ver, los oídos para oír y una cabeza bien amueblada… ¡El cerebro relleno es el ideal de la cocinera, no del profesor! Solamente tengo que enseñarle una cosa: saber amar; buscar por todas partes lo bueno, lo verdadero y lo bello…” (G. Cesbron) ¿Qué queremos privilegiar con nuestra actividad educativa: cabezas bien llenas o cabezas y corazones bien amueblados?
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Creo que “el futuro del mundo se encuentra hoy en día en mi aula de clase”. (Iván Welton) La sociedad en que vivimos, caracterizada por la Postmodernidad, la Globalización y la Sociedad de la Información y Conocimiento requiere formar estudiantes que desarrollen herramientas mentales y emocionales – que desarrollen la inteligencia cognitiva y la inteligencia emocional para poder insertarse en el mundo complejo e impredecible en el que vivimos. “Los pobres del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender”. (E. Toffler).
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Creo que educar, en la escuela hoy, es desarrollar en la persona una inteligencia sintiente y un corazón inteligente”. (X. Zubiri) Quiere decir que, por encima del aprendizaje memorístico de contenidos, se debe privilegiar el desarrollo de las herramientas mentales y afectivas, junto con esquemas mentales, (Capacidades-destrezas, Valores-actitudes) que permitan al estudiante aprender hoy y aprender durante toda la vida cualquier contenido.
La información crece día a día en función exponencial. El gran reto de la escuela es preparar a los estudiantes para que sean capaces de “crear conocimiento a partir de la información” (McCarthy, 1991) El problema radica no tanto en acumular o transmitir conocimientos, sino, sobre todo, en producirlos. Las tecnologías educativas son instrumentos – y nada más que instrumentos – que hay que saber usar de forma adecuada para los propósitos del aprendizaje, pues, si no es así, los estudiantes pueden “tener tecnología cien y pensamiento cero”. Antes, “en la modernidad, – un mundo cuasi-estático — teníamos respuestas para casi todas las preguntas, pero con la llegada de la post-modernidad y cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto nos cambiaron las preguntas». (Mario Benedetti) El reto de la escuela es preparar al estudiante para que sea capaz de dar respuestas a las preguntas y retos que se le formulen en un mundo que ni siquiera sabemos cómo será en el futuro.
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Creo que la educación no cambia el mundo, pero cambia a las personas que van a cambiar el mundo, pues la educación no crea al hombre, le ayuda a crearse a sí mismo. La educación es una “tarea humanizadora”, que permite pasar de la animalidad a la racionalidad… Como dice Zubiri: “El hombre al existir se encuentra con la tarea de tener que hacerse a sí mismo”. Se trata de formar personas, que — en expresión de E. Claparède — sean “agentes formadores de esta humanidad civilizada, liberada por fin de la tentación de la barbarie”.
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Creo que el estudiante no puede construirse como persona, — no puede formarse –, sin esfuerzo. No soy partidario del “hedonismo pedagógico” que afirma que “una persona puede formarse sin esfuerzo alguno y sin otro incentivo que la búsqueda del placer”. (M. de Montaigne) Estoy de acuerdo, más bien, con E. Durkheim,pedagogo y padre de la sociología moderna, cuando afirma que: “la educación busca superar el ser asocial e individual que somos al nacer, y formar un ser totalmente nuevo, puliendo nuestra naturaleza inicial… (educar) No podemos elevarnos por encima de nosotros mismos si no es a costa de un esfuerzo continuo, más o menos laborioso”.
Como dice P. Meirieu “la situación educativa es como una pared que ofrece suficientes agarres como para que el niño pueda escalarla por sí mismo, unos consejos que le ayuden a sortear los obstáculos, un seguro que le permite correr riesgos sin ponerse en peligro, una ocasión de superarse y, al final, sentirse orgulloso de lo que ha logrado”. E. Morin, el filósofo de la complejidad, lo ha dicho de otra manera: “Educar es enseñar a navegar por el océano de la incertidumbre apoyados en archipiélagos de certezas”.
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Creo en el rol irrenunciable del profesor-educador en la escuela, que no puede ser sustituido por una máquina, y creo, además, que “la educación no es un oficio para ganarse la vida, sino para ganar la vida de los demás”. (Á. I. Pérez Gómez) El informe McKinsey afirma: “La calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes”. (Informe McKinsey)
El rol del maestro ha cambiado. Antes el maestro era un “repetidor de contenidos”, pero ahora, el maestro, — además de exigírsele el dominio pleno de los contenidos de su especialidad –, se le asignan otras funciones; se dice que es “diseñador de ambientes de aprendizaje, mediador cognitivo, diseñador de estrategias de aprendizaje, creador de conflictos cognitivos, y en tanto enseña a aprender, debe ser un guía cualificado, un mediador de aprendizaje, y un orientador del proceso de aprendizaje-enseñanza”. Pero, sin olvidar que, el auténtico protagonista de la educación es el estudiante.